Es realmente curiosa la historia del eneagrama; parece envolver algo de misterio a su alrededor. Desde los sufís hasta Ichazo, existen unos cuantos datos que, aunque inconexos, van enriqueciendo su aparición y su historia.
Hoy en día podemos decir que el eneagrama ha adquirido ya un carácter formal y científico gracias a la labor de investigadores como Don Richard Riso, Russ Hudson y Helen Palmer, así como a la IEA (Internacional Enneagram Asociation), que cuenta ya con más de 14 asociaciones afiliadas en todo el mundo.
El nombre encierra en sí su significado. Enneagramma, del griego: ennea, nueve, y gramma, formas, tipos. Partiendo de su etimología el eneagrama, define nueve tipos de personalidad asociados, cada uno con un número y representados en un holograma.
Éste es su holograma y, como vemos en él, se representan los nueve tipos de personalidad. Estos son:
El Uno – el Perfeccionista - , el Dos – el Ayudador -, el Tres – el Triunfador - , el Cuatro – el Romántico - , el Cinco – el Observador - , el Seis – el Cauto-Leal - , el Siete – el Entusiasta - , el Ocho – el Líder - y el Nueve – el Conciliador - .
El nombre de cada tipo ayuda a recordar las características de cada uno de ellos, aunque no siempre nos podemos fiar de este nombre al 100%*
A pesar de su origen confuso, el eneagrama es una herramienta muy práctica, de fácil compresión y utilización, motivo por el cual, desde mi punto de vista, ha tenido gran difusión en los pocos años que se le conocen de vida (es introducido formalmente por Ichazo a mediados de los años 50).
Su utilidad radica en permitirnos conocernos, comprendernos y, por ende, desarrollarnos. Su funcionamiento es sencillo y cercano a todas las personas, independientemente de que estén emparentadas con la psicología o no.
Es importante mencionar que el eneagrama no cosifica, es decir, no clasifica a las personas en un tipo de personalidad de forma estática. Su función es entender la personalidad como algo dinámico que varía dependiendo del entorno, el nivel de maduración del individuo, etc, y, aunque una persona mantenga siempre el mismo tipo básico a lo largo de su vida, puede crecer a niveles más sanos, desprendiéndose de los límites de su personalidad y encontrando su esencia.
Para mí fue un descubrimiento estudiar las características que se identificaban en cada uno de los eneatipos y sus relaciones, sus movimientos y sus cambios de estados. Una vez que eres capaz de identificar tu eneatipo principal, sus influyentes (alas) y sus movimientos (estados de estrés y seguridad) entiendes porqué te comportas de determinada manera, por qué sientes lo que sientes y más allá de esto, comprendes que en realidad tu personalidad es un filtro (construido en nuestra infancia) a través del cual vemos el mundo exterior. Una interpretación que el mundo interior hace del mundo exterior.
Los estilos de personalidad son como prismas a través de los cuales vemos la vida. Ningún prisma en sí es mejor ni peor que otro. Simplemente nos ayudan (o creemos que nos ayudan) a responder ante diferentes situaciones. Lo suyo es ir superando estos prismas, eso enriquece nuestra personalidad y nos acerca a nuestra esencia.
Por lo tanto, nuestro desarrollo comienza reconociendo nuestros propios filtros, activando nuestras limitaciones marcadas por el eneatipo básico. Esto, desde el punto de vista del eneagrama, nos acerca a nuestra esencia que va más allá de nuestra personalidad. Nuestra esencia es nuestra verdadera identidad.
Descubrir nuestra identidad nos proporciona de una forma natural e “inevitable” más recursos y más prismas, lo que nos ayuda a adaptarnos mejor al medio y, en definitiva, a reconciliarnos con los otros y con todo lo demás.
* Si quieres conocer con detalle la descripción de cada tipo puedes encontrar más información aquí, incluso puedes realizar un test que te permite averiguar tus eneatipos más predominantes.
1 comentario:
Cristi! Enhorabuena por el artículo, has descrito el Eneagrama de forma acertada y sencilla.
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